martes, 5 de junio de 2007

El Imaginario y la ciudad







Citar como: Karen Cronick 82007), El imaginario y la ciudad, Trabajo presentado en el XXII Encuentro Nacional de Estudiantes de Arquitectura
Mérida, 26/5 a 3/6, 2007


Los quehaceres de los arquitectos, los urbanistas, y los profesionales de las humanidades que tienen que ver con el ambiente coinciden en muchos aspectos. Es una relación compleja e interdependiente que influye mucho sobre el bienestar de los habitantes de los centros urbanos y constituye uno de los focos principales de las preocupaciones de los psicólogos ambientales. Tan interdependiente es la relación que no puedo considerar cada elemento por medio de un subtítulo por separado.

La relación está mediada por el imaginario de la ciudad, es decir, los valores, las preferencias, los anhelos y la conducta de quienes forman parte de nuestra mutualidad como cohabitantes de las mismas circunstancias y proximidades. Es un aspecto de nuestra existencia que existe y se tramite lingüísticamente.

Dice Lozada (2007, p. 6)

"Toda sociedad, como señala Colombo (1993: 99), “crea un conjunto ordenado de representaciones, un imaginario a través del cual se reproduce y que, en particular, designa al grupo para sí mismo, distribuye las identidades y los roles, expresa las necesidades colectivas y los fines a realizar”. La vida social y con ella sus conflictos, se articulan a estos sistemas simbólicos."

El imaginario es el efecto total de la combinación dialéctica de los discursos individuales, los cuales se relacionan con las prácticas de la colectividad, el entorno físico y lo simbólico.

Otro elemento importante para entender el imaginario es el poder. Se encuentra en los mensajes de los medios de comunicación y las instancias sociales como instituciones públicas y privadas. Por esta razón el imaginario puede encontrarse dividido en facciones, diferentes representaciones o inclusive diferentes manifestaciones de la voluntad de cambio en la sociedad.

Por esto el imaginario no es uniforme. De la misma manera que la ciudad tiene muchos estilos arquitectónicos y diferentes vías para llegar al mismo lugar, diferentes facetas de un mismo fenómeno imaginario pueden influir de manera contradictoria sobre las personas. Dijo José Beltrán (s.f):

"Lo que hace a un ser específicamente humano es el hecho de ser social. Construimos ciudades toda vez que las ciudades nos construyen. Y si es cierto que somos habitantes de la ciudad, no es menos cierto que la ciudad nos habita. De ese proceso queda la huella de los espectros culturales que jalonan nuestro devenir."

Arturo Almadóz (2003) intenta acercarse al imaginario de la ciudad venezolana por medio de una exploración histórica y literaria en donde describe una sociedad que recién sale del colonialismo, una oligarquía agrícola y comercial, y luego pasa a describir las transformaciones obligadas por la revolución petrolera. Finaliza con un retrato de la ciudad que desea emular la modernidad norteamericana, confrontada con el anhelo conflictivo de los campesinos rurales que han emigrado a la metrópolis: es el sueño simultáneo del retorno y del progreso.

En esta presentación no pretendo recorrer la historia de la ciudad, ni ofrecer una descripción cabal de ella. Pretendo examinar algunos efectos del imaginario y confrontar estos aspectos con algunas exigencias de cambio que nos confrontan en la actualidad. Para hacer esto tengo que enfrentar ciertas contradicciones entre las características físicas de Caracas, con usos no planificados que los ciudadanos hacemos de ellas. Luego intentaré problematizar algunos problemas creados por esta confrontación.

Los espacios urbanos y el espejo de lo social

Naturalizamos situaciones ambientales. Es decir, aceptamos como “natural” y como conocimiento ordinario ciertas condiciones que se han desarrollado paulatinamente y comenzamos a admitirlas como “hechos” inevitables, como un día lluvioso o una cola de tráfico.

En todo caso, todos los “hechos” son construidos lingüísticamente y forman parte del imaginario. Al nombrar un fenómeno o un evento, le asociamos características que nos permiten identificarlo después, y luego interpretamos la palabra según ellas. Por esta razón la interpretación no trata de una simple asignación de significado, como hace el diccionario donde cada palabra tiene sinónimos que la definen.

De esta manera una cola de carros en la autopista puede asociarse con la palabra “inevitable”, que señala nuestra propia reacción frente a las demoras que tenemos que enfrentar personalmente para llegar al trabajo en la mañana y regresar en la noche.

Ciertamente la existencia de autos particulares y las autopistas se debe a la construcción física de la realidad. Es decir, la cola está allí y mucha de nuestra conducta como chóferes obedece a leyes físicas; por ejemplo, el lento avanzar y pausar del movimiento de los vehículos, visto desde un avión, revela su naturaleza como una onda en expansión y retracción. Obedecemos a estas leyes aunque ignoramos nuestra obediencia: pensamos que como individuos escogemos mover o parar nuestros carros. Una vez que hemos construido nuestras ciudades, hemos creado ciertas condiciones que rigen nuestras vidas como habitantes en ellas.

Lo que pasa es que como sociedad histórica hemos elegido manufacturar el auto particular, construir las carreteras, y edificar las ciudades de maneras muy particulares. Nuestra parte en estas decisiones queda como eventos imperceptibles, y al decidir cambiar las condiciones que nosotros mismos hemos creado, tenemos que inventar actos casi revolucionarios. Por ejemplo, podríamos decidir prescindir de un carro, un televisor, el aire acondicionado o simplemente los bombillos fluorescentes porque hemos desarrollado una conciencia ecológica que entra en conflicto que la ciudad despilfarradora. Estas medidas son individuales, pero pueden convertirse en actos colectivos e influir sobre la creación de un nuevo imaginario.

Pero para tomar esta decisión hace falta “denaturalizar” ciertos conocimientos que tenemos sobre qué es una ciudad y qué son nuestros papeles en mantener vigente una versión particular de la vida metropolitana. Si no hacemos este trabajo de desnaturalización, nuestro ambiente nos parece normal, aunque tal vez tenga algunas características que no nos agradan.

Para cuestionar el imaginario tenemos que dejar emerger nuestros propios conceptos con relación a "ciudad". Esto es, tenemos que “problematizar” nuestra relación como ciudadanos y ciudadanas, y nuestra reciprocidad con el ambiente circundante.

En algunos casos adoptamos modelos, tanto arquitectónicos, como legales y de valores que no nos pertenecen, es decir, importamos intacto una especie de “Cubo Negro” (el apodo de un edificio de Caracas), construido para sobrevivir temperaturas bajo cero, a nuestro ambiente tropical donde no hace falta resistir el invierno, y no pensamos en desarrollar diseños que aprovechan nuestra clima de primavera eterna. Olvidando a las tradiciones arquitectónicas que vienen de África, de los Moros ibéricos, del arquitecto Carlos Raúl Villanueva, y de la tradición colonial; terminamos con plantillas importadas de climas distintas que requieren sistemas cerrados de enfriamiento artificial.

La problematización, originada en el trabajo de Paulo Freire, es un proceso de cuestionamiento progresivo en que se elabora una nueva contextualización del imaginario existente, y en donde se permite aflorar conocimientos que han sido ideológicamente ocultos. Al problematizar las personas aprenden lo que "siempre sabían" y se dan cuenta de aspectos obvios de sus vidas que habían pasado por alto en sus faenas diarias.

Por ejemplo, los arquitectos pueden darse cuenta que una habitación con una ventana no permite la circulación del aire natural. La brisa choca contra la pared del otro lado y no puede hacer su trabajo de refrescar el ambiente interno al cuarto. Una solución es un equipo de aire acondicionado, pero otro recurso podría ser un diseño que toma en cuenta los corrientes y soplos de afuera y dirigirlos por los ambientes construidos.

El final del proceso de desnaturalización ocurre cuando los profesionales y los usuarios llegan a acuerdos que tomen en cuenta los aspectos estructurales de la ciudad que son perjudiciales a largo plazo para sus vidas y para el ambiente.

Ferullo (1991) refiere al fenómeno de “pensar juntos”. En un sentido similar Wiesenfeld (1996) habla de “desconstrucción” como un proceso en las personas desarrollan nuevos vocabularios para describir los ambientes de siempre. Se trata de una reconsideración de nuestros valores y la necesidad de llenar las palabras huecas del imaginario ambiental, tales como “ambiente”, “ciudad”, “vivienda”, “vecindad” y “espacios públicos”, que aparecen por igual en boca de Tirios y Troyanos.

Al final, los valores son “instancias de fe” que normalmente no elegimos sino que hemos heredado. En estos tiempos del eminente catástrofe del calentamiento global tenemos que identificar lo que nos es caro y construir sobre ello, no sobre conceptos que hemos aprendido como “Cubos Negros” políticos.

La problematización del imaginario de nuestras ciudades

He tomado fotos de ciertas zonas de Caracas para acompañar esta charla, sobre todo el área alrededor de la Universidad Central, y algunas de ellas han estimulado reflexiones que quiero compartir aquí. Esta segunda imagen (2), por ejemplo demuestra la plaza de las Tres Gracias donde sauces llorones rodean una piscina pequeña y las tres damas en piedra se abrazan después de bañarse. Es un lugar encantador.

Pero nótese las ropas. En la superficie la foto trata de una broma: las tres señoras han dejado sus prendas al sol mientras cabriolean. Sin embargo, por debajo de la imagen hay algo más siniestro porque las ropas pertenecen a la gente sin hogar y las han lavado en el estanque, dejándole fangoso y turbio. Viven en una marquesina detrás de la escena. Alrededor de la Universidad hay buhoneros y gente sin techo que han fijado tiendas y espacios para dormir. El tercer cuadro (3) demuestra a un hombre joven que apenas se despierta en la tarde sobre una pila de colchones que llevará consigo durante la noche. Se ha dormido justo en la entrada de la Casa que Vence la Sombra.

Es una muestra de una triste desintegración social con que pareciera nadie sabe lidear. La Ciudad Universitaria de la Universidad Central fue creada como un monumento a la creación del saber por el Arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Las plazas, edificios y los paseos fueron construidos por una clase intelectual, culta y más o menos acomodada económicamente. Los habitantes actuales de estos espacios tienen otra identidad. Podríamos decir que “nos” invaden, pero esto sería parte de un imaginario donde la necesidad de mantener una exclusión social, ya imposible, domina nuestra capacidad de análisis.

Beltrán (sf) refiere a los cambios en el imaginario de la ciudad en términos históricos en donde existe:

"una superposición y concentración de actividades y población en espacios reducidos, (y una) … “explosión urbana” o urbanización de zonas periféricas y absorción de núcleos rurales cercanos. Este tipo de metamorfosis urbana se manifiesta en una compleja interdependencia entre ciudad y núcleos menores, así como entre vivienda y trabajo, dando lugar a configuraciones características…."

La periferia ya se encuentra en las partes céntricas de la capital y las diferentes caras de la ciudad se confrontan nariz a nariz. La pobreza absoluta habita nuestro patio. Y no necesitamos ver la confrontación de manera tan dramática e incontrolable. La vemos en las calles todos los días. El buhonero aparece entre nuestros vehículos vestido de los mismo colores del tráfico.

En otras palabras, el imaginario incluye una confrontación inmediata y actual de las clases sociales. La solución en Caracas hasta ahora ha sido la creación de sectores distintos en donde “los ranchos” habitan los cerros, escondidos en plena vista. La foto de las casas de ladrillo (foto 1) fue tomado de una de las autopistas principales de la capital.

La comunidad

Las comunidades resultan de procesos imaginarios continuos. Los miembros son personas que viven y trabajan juntos. Hay muchos modelos para la idea de comunidad y no hay tiempo para revisarlos en esta intervención. Desde el punto de vista de lo imaginario podemos decir que los símbolos de la ciudad mueven los sentimientos de comunidad donde los valores en conflicto se concentran en los símbolos.

En los últimos días hemos vivido nuestra comunidad como una confrontación de lo imaginario, visto en términos de “revolución” o “defensa del derecho a libre expresión”. Dice al respecto Lozada (2006):

"En (un)… conflictivo contexto socio-político, donde se evidencia la confrontación de distintos modelos de desarrollo, competencia por el control del aparato estatal, la propiedad y administración de los recursos naturales y la defensa de nuevas identidades o ciudadanías de diferentes sectores sociales, también se produce un proceso de polarización social, caracterizado por un demarcamiento físico-simbólico de territorios y propuestas mutuamente excluyentes, provocando una fractura del tejido social y distintas expresiones de violencia política que limitan el manejo constructivo y pacífico de los conflictos y comprometen las posibilidades de convivencia democrática …"

En Caracas la demarcación físico-simbólico se encuentra en dos ejes: a) la identidad cerro / centro y b) la de este / oeste, donde la identificación política de los habitantes se concentra por región demográfico. No se trata de categorías absolutas, pero “todo el mundo” sabe que las manifestaciones contra el gobierno actual tendrán origen en el este, y el apoyo al mismo comenzará en el oeste de la ciudad.

La ciudad es una metáfora en donde la idea de comunidad asume corporalidad. Este y Oeste tienen connotaciones políticas en Caracas. Sus obras artísticas motivan manifestaciones de amor y odio. La estatua de María Lionza no sólo trata de una obra de arte, es una figura política cuya quiebra promovió una crisis política. La estatua de Cristóbal Colón motivó a las personas que niegan el concepto ideologizado del “descubrimiento” de las Américas a un acto de vandalismo.

Este no es el lugar para resolver las diferencias políticas y económicas de nuestra capital, pero creo que vale la pena señalarlas en este contexto. Los arquitectos y las personas que trabajamos con aspectos ambientales desde las ciencias sociales tenemos que abrir diálogos sobre quiénes habitan qué sectores de la ciudad y examinar juntos la posibilidad de hacer más viable nuestra conviviencia. Si los parques públicos se van convirtiendo en lugares de confrontación entre las clases sociales, hay algo que anda mal. Si hay sectores de la población que necesitan la laguna de la Plaza de las Tres Gracias para lavar su ropa, tenemos problemas ambientales y sociales graves.

La influencia del imaginario en la construcción de la ciudad

Existe un proceso de cuestionamiento que Wiesenfeld (1996) llama “un ciclo abierto de aspiraciones y realizaciones …(con relación a) la acomodación al entorno” (p. 70), donde las personas pueden darse cuenta de las contradicciones en sus expectativas y la valorización que dan a su ambiente. Estamos acostumbrados a ver los aparatos de aire acondicionado saliendo de las ventanas y no pensamos que el mundo no tiene que ser así. Si fuéramos a problematizar nuestros conocimientos nos resultaría evidente que la ciudad puede pensarse de otra manera. Las dos fotos (5 & 6) tomadas en la Ciudad Universitaria nos muestran que otras soluciones son factibles. El hermoso trabajo con ladrillos abiertos en un jardín interior de la Facultad de Farmacia nos evidencia por lo menos una solución alternativa al respecto.

Podemos decir lo mismo sobre la construcción de viviendas con materiales accesibles, cuyo diseño esté apropiado culturalmente y que estén protegidos contra los vectores de enfermedades tropicales. (foto 4). Yo misma he tenido la experiencia de trabajar en diseños participativos en un pueblo cerca a Caracas donde los vecinos consideraban cómo protegerse contra el leishmanias y el mal de Chagas, padecimientos endémicos en la zona.

La modificación del ambiente constituye la esencia de la tarea de los arquitectos y los urbanistas. Es mi opinión que los psicólogos ambientales podemos ayudar en esta tarea en la facilitación de la problematización en donde los usuarios de un espacio reevalúan su uso de los espacios de su contorno y en la estimación del efecto que tienen los espacios físicos en la conducta de las personas.

El ambiente y la conducta

El espacio físico de las ciudades refleja el imaginario de la sociedad que lo ha modificado. Cada espacio construido tiene un propósito que tiene sentido para los habitantes. Es justamente cuando los espacios pierden significado para los usuarios que se abandonan, se modifican, se destruyen o comienzan a contribuir a conductas indeseadas. Evocamos al respecto las escaleras del Parque el Calvario que una vez era un espacio elegante de paseo y ahora se ha convertido en un sitio peligroso que la mayoría de los caraqueños no recuerdan siquiera.

A veces es necesario descubrir estos sentidos. Por ejemplo, los patios, los zaguanes, las aceras y las escaleras significan más que canales para la circulación de las personas. Además de dirigir los pasos de los usuarios de un lugar a otro, son espacios de encuentro, lugares que pueden ser peligrosos, zonas que pueden inspirar una sensación de paz y sosiego o territorios de nadie.

Michel Foucault no emplea el vocábulo "imaginario" porque su enfoque proviene de los últimos años del estructuralismo en Francia, pero tiene mucho que decirnos sobre la relación íntima que existe entre el significado y el entorno. Uno de sus temas principales es la relación entre el poder y la cultura, especialmente como ésta se expresa en la forma física de las cosas. Tanto en La arqueología del Saber como en Vigilar y Castigar propone que el poder influye sobre la forma de todo, inclusive el cuerpo humano.

En el lenguaje que estamos empleado hoy en esta presentación diríamos que la manera que la sociedad ha elaborado su imaginario influye sobre el mundo construido y dicho mundo determina una gran parte de nuestra capacidad de acción. Foucault habla específicamente sobre los espacios que la humanidad ha creado para castigar a los infractores.

Foucault compara prácticas y espacios desde una perspectiva histórica. Describe el espacio donde ocurría el castigo 'monárquica' en épocas pre-modernas como plazas públicas donde se presentaban ejecuciones exhibidas y manifiestas. Era necesario tener espacio para que un gran público tuviera acceso a este tipo de evento.

Desde el comienzo de la modernidad en el Siglo XIX, sin embargo, el objetivo del castigo dejó de ser una advertencia a la ciudadanía, un ejemplo de lo que podría pasarles si desobedecían al rey. El nuevo castigo disciplinario tuvo como objetivo curar o rescatar al delincuente y se tornó privado donde "profesionales" (guardias, etc.) tenían poder casi absoluto y casi infinito sobre los culpables. Las actividades relacionadas con el castigo disciplinario ocurren detrás de muros impenetrables donde los encargados del proceso correctivo pueden ver, vigilar y custodiar a sus cargas. Por esto los presos se instalan en celdas de tres paredes con una reja hacia el pasillo donde se les puede supervisar durante los veinticuatro horas del día. La sociedad delega el poder de la vigilancia en sus profesionales, los psicólogos, los criminólogos, sociólogos y los arquitectos. En otras palabras se trata de una práctica del imaginario y un conocimiento donde participan activamente sólo algunas personas.

Pero la manejo carcelario es algo más que una serie de medidas profilácticas que ocurren en edificaciones especializadas. Lo que comenzó como una práctica humanizadora se volvió tenebrosa. El imaginario de estos lugares no termina con las estructuras físicas y las prácticas sociales. Dentro de ellos hay roles que también constituyen parte del saber social y nosotros, los portadores del sentido común los conocemos.

En los años 70 hubo varios intentos de estudiar, desde la psicología social, el efecto de lo que hoy en día llamamos imaginario social. Se encontró que personas ordinarias no sólo conocen los roles sociales, como aquellos de las cárceles, sino que tienen dificultad substraerse de estos papeles. Nos quedamos encandilados y paralizados por nuestro imaginario. En los experimentos psicosociales de Zimbardo (La experienca…, s.f.) se asignaron dos condiciones experimentales a personas "ordinarias": la del "preso" o la de la "guardián" y las ponían a vivir dentro de una cárcel. Tuvieron que cancelar la experiencia antes de lo previsto porque el comportamiento abusivo de los guardianes hacia sus cargas llegó a ser intolerable. El experimento ya es un clásico de la Psicología Social, y un punto de reflexión sobre qué induce conductas inaceptables en la gente, sobre todo después del tratamiento abusivo de parte de los soldados Británicos y los de los E.E.U.U. en Irak y Afganistán.

Una posible conclusión del trabajo de Zimbardo es que son las situaciones, que incluyen tanto los roles aprendidos culturalmente, como el espacio construido, que producen ciertas conductas violentas. Es decir, no se trata del carácter de personas individuales. ¿Cómo podemos crear condiciones sociales y ambientales más favorables para los usuarios de estos espacios? Esto también significa que la sociedad en su totalidad, por medio de la co-creación del imaginario social, es responsable por mucha de la violencia que ocurre en su seno. Si esto es verdad, la idea del encarcelamiento para los delincuentes no es una manera eficiente de construir un mundo más amable y más justo.

Conclusiones

¿Qué conclusiones podemos elaborar al respecto? Primero, lo imaginario del espacio es tan determinante en la creación de bienestar como los aspectos físicos del entorno. Se trata de lo que sentimos y pensamos personalmente sobre nuestras instituciones, contornos, relaciones y los símbolos que otorgamos a estos aspectos de nuestras vidas. A veces nuestras sensibilidades, metáforas y alusiones son complejas y aun contradictorias, tanto individual como colectivamente. Y este imaginario está embebido en fenómenos sociales como la repartición y los efectos de las relaciones de poder. El poder está en casi todos los objetos, por ejemplo:

1. Las llaves: ¿Quién tiene acceso a qué?
2. Las distancias: ¿Quién puede viajar dónde?
3. Las tecnologías: ¿Quién puede emplearlas?
4. La cadena de decisiones: Al final, ¿Quién decide?

Un aspecto de lo imaginario que hemos considerado importante es cómo lo hemos “naturalizado”. Lo aceptamos como normal, aun las facetas más inverosímiles, como las colas de carros y la presencia de violencia en nuestras calles e instituciones. Pero después de haber postulado la posibilidad de cambio, es decir, de poder desnaturalizar y problematizar lo que nos rodea, podemos cuestionar también si los males que nos acosan sean tan verdaderamente inevitables.

Nosotros, los sociólogos, arquitectos, psicólogos, educadores y los demás que tratamos con lo que determina el imaginario, podemos inventar maneras de convertirlo en nuestro aliado. Podemos construir un entorno que produce los efectos que deseamos y fomentar los símbolos que conducen al bienestar.

Referencias:

Almadóz, Arturo, (2003). La ciudad en el imaginario venezolano del tiempo de Maricastaña a Los pequeños Seres. Universidad Simón Bolívar. Trabajo de Ascenso presentado ante el Departamento de Planificación Urbano para ascender en el Escalafón Universitario al nivel Titular.
Beltran, José, (s.f.) Lla ciudad como experiencia: figuras desde el imaginario social. Revista Tenía, Nú 4: La Ciudad, Accesible en la dirección electrónica: http://www.revistateina.com/teina/libros/ciudades.pdf
El experimento en la cárcel de Stanford (s.f.), accesible en la página web: http://www.prisonexp.org/spanish/indexs.htm
Ferullo de Parajón, A.G. (1991). Hacia la construcción de un macro teórico en Psicología Comunitaria. Boletín de la AVEPSO, 14, (1) 23-29.
Foucault, Michel (1976). Vigilar y Castigar. Siglo veintiuno editores.
Foucault, Michel, (1970). La arqueología del saber. Siglo veintiuno editores.
Freire, P. (1972). La educación como práctica de libertad, Buenos Aires: Siglo XXI.
Freire, P. (1978). Pedagogía del oprimido, México: Siglo XXI.
Lozada, M. (2006). Caracas: Huellas urbanas de la polarización. En: Tulio Hernández (comp). Imaginario de la ciudad (Titulo provisional) Fundación de la Cultura Urbana, Caracas. (en prensa).
Wiesenfeld, E. (1996). El significado del barrio. Un estudio psicosocial. Revista AVEPSO, 19, (2), 63-72.

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