miércoles, 18 de abril de 2007

La intervención participativa de comunidades y organizaciones



Citar como: Cronick, K. (en prensa). La intervención participativa en comunidades y orgnizaciones. En Ileana Recagno, Cristina, Alida Farro, Celia Camili (Coods). Proyectos sociales en desarrollo humano. Caracas: Postgrado de la Facultad de Humanidades y Educación

Introducción

Felicito la iniciativa de la Dra. Ileana Recagno para juntar algunos de los productos de los postgrados de la Maestría en la Psicología del Desarrollo Humano y la Especialización en Intervención Psicosocial en un volumen dedicado a la intervención. No sólo se trata de un reconocimiento apropiado a los estudiantes que han contribuido con su trabajo sobre el tema, es un sujeto urgente en una sociedad en cambio.

En Venezuela la intervención tiene mucha actualidad política y social. Existe la voluntad gubernamental de mejorar la situación de las comunidades y organizaciones, pero ¿con qué derecho intervenimos en la vida de los demás? Como interventores ¿cómo podemos respetar los deseos de las personas involucradas?

Mi contribución a los esfuerzos de la Dra. Recagno no trata de la revisión de un modelo particular de la praxis profesional en el campo. No tiene sentido que revise modelos como la Investigación-Acción-Participativa porque los autores que siguen en este volumen lo han hecho en sus propios artículos. Por mi parte, deseo considerar el razonamiento que subyace los enfoques participativos, y por esta razón me es difícil reseñar una serie de pasos prácticos que conducirán de manera previsible a soluciones sociales apropiadas. En el espacio que me ha brindado la Dra. Recagno en este libro pretendo hacer una reflexión teórica sobre la naturaleza de la intervención, la subjetividad, la intersubjetividad y la comunidad, junto con algunas consideraciones prácticas sobre la intervención comunitaria y en otras organizaciones psicosociales. El punto de vista principal de este capítulo tiene que ver con la intervención advertida desde una perspectiva inclusiva en donde todas las personas involucradas tienen ingerencia en el proyecto de cambio.

Mi primera consideración en este artículo tiene que ver con la ideología y la práctica de la intervención en sí. En esta primera sección, “La ideología y la práctica de la intervención psicosocial,” pregunto sobre las bases filosóficas de la idea de intervenir. No es un tema “natural” en el sentido de “obvio”. De hecho Freire (1972, 1978) nos advirtió hace algunos años sobre los peligros de confiar en el entendimiento “natural”, es decir, las nociones que mantenemos de manera a-crítica como si fueron “conocimientos”. Mi primera pregunta es ¿De dónde viene esta idea que justifica el inmiscuirnos en la vida ajena?

Luego examinaré de manera abreviada, “Consideraciones sobre la intersubjetividad” que he desarrollado en mayor detalle en otros trabajos (Cronick, 2002, Cronick, 2007), y aquí haré un resumen de los trabajos señalados y añadiría algunas ideas más. En esta sección hablaré sobre: a) “Las formulaciones fenomenológicas y psicoanalíticas” b) “La construcción social de la intencionalidad del sujeto”, c) “El socio-construccionismo moderno”, d) “La definición de la realidad por medio de la praxis” y e) “La comunidad y la intersubjetidad. En esta sección intentaré desarrollar la noción de la intersubjetividad en el sentido histórico y ético y la asociaré con varios conceptos de la comunidad.

Seguidamente consideraré algunos temas relacionados con la praxis de la intervención comunitaria y en organizaciones psicosociales. La primera trata de “Consideraciones prácticas con relación a la intervención psicosocial” y el segundo es “Una reflexión sobre algunas experiencias de praxis”.

I. La ideología y la práctica de la intervención psicosocial

1.1. ¿Cuáles son las bases filosóficas para defender o rechazar el derecho a la intervención psicosocial?

Es una práctica que supone la posibilidad de producir efectos en el quehacer o en la infraestructura colectiva. A veces se trata de cambios que no ocurrirían, o que ocurrirían más lentamente sin la presencia de un agente externo que movilice los grupos. Esto supone que el facilitador actúa intencionalmente según una agenda socio-política e ideológica para promover un modo de vida que puede ser distinto a lo que existe en el momento. Normalmente actúa también desde una posición de poder “moral” o físico que le da acceso a los grupos y la autoridad para inducir cambios sociales en los grupos afectados o, a veces, inhibirlos.

Algunas posturas políticas y sociales no admiten la intervención política en la vida ajena. Por ejemplo proponentes del modelo “Laissez faire”, un expresión en francés que puede traducirse como "dejar hacer" significa el opuesto al intervencionismo. En la actualidad también podemos señalar al liberalismo descentralizado como una ideología que rechaza la posibilidad de promover cambios porque sus proponentes piensan que los grupos deben alcanzar el bienestar por sus propios medios.

En la versión inglesa de Adam Smith el laissez faire pasó a ser una defensa a la libertad del mercado. En una época el término se empleó en oposición al absolutismo de las monarquías y su capacidad total de intervenir en la vida de los súbditos del rey pero luego se erigió como un modelo conservador frente al socialismo emergente del Siglo XIX. En esta nueva presentación, llegó a ser casi una defensa de la explotación económica de los trabajadores y la promoción que hace esta postura de la capacidad el elegir libremente un estilo de vida particular, quedó como un privilegio reservado para los dueños de las grandes empresas. Éstos hacían uso de la libertad del mercado para acumular y usar la riqueza, mientras los proponentes del modelo pensaban que promovería el bienestar general de modo que casi coincide con una noción social, pero darviniana, de la supervivencia de los más aptos. Por esta razón los que lo apoyan rechazan programas sociales que ofrecen asistencia y protección a quienes parecen incapaces de defenderse por sus propios medios.

Otra manera de oponerse a la intervención social puede encontrarse en ciertas proposiciones del relativismo cultural y ético. No quiero adentrarme en el cuestionamiento filosófico del relativismo que disputa las bases para establecer ciertas afirmaciones como verdaderas. Más bien, me interesa la formulación construccionista del problema que pregunta qué es lo que la sociedad acepta como verídico en un momento dado. La ética, aplicada al relativismo cultural defiende el derecho de los grupos a elaborar sus propias soluciones culturales y sociales. Este modelo cuestiona los esfuerzos proselitistas de los misioneros y los demás promotores que se adentran en grupos culturales “diferentes” para diseminar su propia visión del mundo.

Por otro lado, algunos modelos que funcionan desde el poder, no sólo promuevan la intervención sino que respaldan la imposición de la voluntad de quienes detentan el poder. El absolutismo es un ejemplo clásico donde los reyes y dictadores deciden no sólo cómo distribuir los recursos de la nación y quienes serían los destinatarios de éstos, sino también deciden cómo serán empleados y con qué fines. En general, una vez en el poder, sus esfuerzos tienden a promover el estatus quo, donde el propósito de la acción social y política es la preservación del poder para quienes lo disfrutan en el momento en cuestión. En algunos casos el partidismo, la adhesión ideológica y consideraciones utópicas participan en este afán de controlar los posibles cambios sociales y económicos.

Las lealtades partidistas, ideológicas y utópicas que promueven el cambio normalmente se sitúan fuera del poder en el momento de promover la transformación. Los absolutistas, cuando carecen de autoridad, promueven el cambio tanto como los libertarios en la misma situación. Dentro del poder, la intervención constituye una herramienta empleada por cada persuasión para mantener exánime la actual situación socio-política y económica. Por esta razón es conveniente no mezclar los temas de “cambio” e “intervención”.

Hay, por otro lado, posturas que combinan la ética de la participación con el respeto para la identidad cultural, étnica y social de los grupos donde se trabaja. La ideología que combina estas posturas asume una ideología relativista y ética. La Psicología Social Comunitaria es uno de estos enfoques.

1.2. La ideología de la Psicología Social Comunitaria

Tal vez el elemento ideológico principal de la Psicología Social Comunitaria es la “potenciación” por medio de la cual se pretende mejorar la capacidad autogestionaria de los grupos donde se trabaja. El propósito de la actuación del facilitador excluye la introducción de esquemas de cambio pre-elaborados: se propone más bien ofrecer herramientas que permiten a las personas involucradas (PI) encontrar e instrumentar soluciones nuevas y particulares para satisfacer sus necesidades. Estas herramientas incluyen procedimientos con variados objetivos, como por ejemplo, identificar necesidades, crear organizaciones, resolver conflictos, buscar información y evaluar los recursos con que cuentan las PI. El objetivo final del agente de cambio es hacerse innecesario cuando los miembros de los grupos “intervenidos” hayan logrado regir sus propios destinos.

En los enfoques no-participativos un programa de cambio o mantenimiento del estatus quo podría iniciarse con una afirmación y una oferta: “Uds. están equivocados. Yo les enseñaré como vivir.” Los enfoques participativos inician con una pregunta, no una afirmación. A veces la pregunta es: “¿Cuáles son los problemas aquí?” Es una pregunta válida, pero supone dificultades en el logro de un modelo socio-económico dado. La Psicología Social Comunitaria preguntaría: “En el mejor de los casos ¿cómo desearían Uds. vivir?” Luego todos los participantes examinan las propuestas de transformación conjuntamente para determinar cuáles son viables y qué recursos se necesitan para alcanzar los cambios deseados.

1.3. Consideraciones sobre la intersubjetividad

Es importante hablar de la intersubjetividad si vamos a examinar la posibilidad de intervención psicosocial participativa. El cambio que incluye a las PI en todas las etapas es por naturaleza y en su esencia, interpersonal. Esto es, para lograr la participación, primero hay que lograr la capacidad de ver al Otro como un colaborador, como una parte necesaria en la resolución dialéctica de las diferencias. En los siguientes párrafos, hablaré de este tema desde puntos de vista teóricos distintos.

1.3.1. Las formulaciones fenomenológicas y psicoanalítics

Desde Hegel se ha referido a la realización social por medio del Otro. Esta idea puede dividirse en dos acepciones: la representación del perfeccionamiento racional del individual por medio de la interacción entre semejantes, y la noción del perfeccionamiento de la sociedad para que ésta sea más justa y más razonable. En su Fenomenología del Espíritu (1807/1987) Hegel desarrolla la idea del progreso y la capacidad intersubjetiva de las personas, habla de la “liberación” que ocurre por medio del trabajo en etapas de maduración psicosocial: la libertad es un logro tanto personal como colectivo.

Podemos concluir con Hegel que el aislamiento del individuo es impracticable porque los individuos obran como sujetos debido a que tienen acceso a un mundo compartido. Podemos definir este mundo en términos modernos recurriendo a Habermas, como:
"una provisión de patrones interpretativos, transmitidos de manera cultural y organizados de manera lingüística" (Habermas, 1987, p. 124).

Este es un mundo de vida que es el lugar trascendental de la interusbjetividad, es decir, el lugar del debate público. Sin embargo la relación entre lo íntimo subjetivo y lo social está repleta de tensiones. La inclusión de las PI implica intercambio dentro de un mundo de vida, pero no se limita a una lista superficial de actividades de dinámica de grupos que conducen a acuerdos en reuniones de grupos de vecinos o miembros de organizaciones. Se trata de una postura existencial que permite que el Otro incida en la formulación de “mis” proyectos.

Un heredero de Hegel fue Sigmund Freud (1973, 1991, 1952), es importante hacer referencia a este autor porque también imaginó la inmersión del sujeto en un mundo compartido. El psicoanálisis describe como el sujeto se desarrolla en un contexto afectivo e histórico según una secuencia de fases maduracionales en donde los niños comparan su yo con pautas externas.

En este autor encontramos la subjetividad dividida entre las pulsiones y las exigencias de su ambiente íntimo. Una de las mayores resistencias de parte de los lectores de Freud provino del divorcio que propuso entre la intención racional y la agencia humana, que describió como encadenada a estructuras psíquicas irracionales. La inconciencia irrumpe aun en las decisiones menores e impulsa a las personas hacia lo que no han escogido de manera conciente. Esta actuación aparentemente sin razones no está controlada por el individuo, se trata de una categoría interesante para nuestra especulación debido a lo que excluye: la posibilidad de agencia consciente y responsable. Hay que contrastar al sujeto racional del planteamiento hegeliano con la profunda irracionalidad del sujeto del psicoanálisis.

1.3.2. La construcción social de la intencionalidad del sujeto

Los fundamentos de la noción del socio - construccionismo se iniciaron con la obra de Berger y Luckman (1966/1967) pero tienen sus raíces en autores como Hegel, Freud, Nietzsche y Schütz quienes demostraron cómo la subjetividad del ser humano es elaborada socialmente. Podemos suponer que la las personas atribuyen las capacidades de lenguaje, razón y acción a los demás como una construcción siempre ya preelaborada en la cultura. Examinaré a continuación tres pensadores que abrieron la posibilidad de la idea de la construcción social del sujeto; estos son Mead, Schütz y Luckman.

El yo fragmentado de Freud surge en Mead (1972) en términos de roles y “voces”. Mientras la segmentación en Freud conduce a lo “caótico” y lo “amoral”, en Mead es una vía hacia la socialización. Dice Mead (1972) que existen múltiples personalidades en cada persona que “aparecen” en los contextos que sean apropiados; en las personas “equilibradas” estas personalidades se “unifican” en una estructura completa. Los niños, al asumir roles en sus juegos, construyen un “otro generalizado”. Asimismo, los adultos asumen roles en la sociedad, desempeñando la parte que les toca en concierto y cooperativamente.

Pero la persona en Mead no está paralizada por las normas de la sociedad: puede desafiarla utilizando sus voces interiores para influir sobre las demás personas para producir cambios. (Mead, p. 196). En síntesis, Mead describe un sujeto capaz, tanto de la colaboración, como de la oposición, y ambas capacidades están estructuralmente elaboradas.

Alfred Schütz (1932/1993) también heredó la noción del papel que tiene el sujeto en la elaboración colectiva de la realización del yo. En este autor, la razón que las personas tienen para actuar contiene una referencia a la conciencia del otro tal como está construida en una relación cara-a-cara entre dos o más personas. Inclusive, como subraya Campbell (1981/1994, p. 234), las personas que Schütz describe, recurren a un "cúmulo de conocimiento común" para definir el mundo en que actúan intencionalmente. Este mundo es dado históricamente y transmitido a través del lenguaje.

Las personas tienen la capacidad para la intersubjetividad antes de entrar en relación con los demás, ya que la “cognoscibilidad del otro” (Schütz, p. 50) supera la simple percepción de movimiento, ondas sonoras, etc. Las personas “saben” que la conducta de los demás significa algo, que ellas pueden llegar a entenderla y que puede haber “algo detrás” (una mente) que no es aparente sólo en base a la conducta del otro.

Esto nos lleva al concepto de acción social que junta las ideas de intersubjetividad, acción y significado y formula la posibilidad de que la praxis sea colectiva. Como Hegel, Freud y otros han señalado, una persona no puede siquiera experimentarse a si misma sin la alteridad y para Schütz el Otro es el "semejante" y no un "objeto". En este sentido, dice Bernstein (1971) que la intersubjetividad es un problema ético, más que epistemológico.

13.3. El socio-construccionismo moderno

El socioconstruccionismo supone que el lenguaje tiene un papel formativo sobre la conciencia, y cuestiona las categorías “naturales” o “evidentes” de los textos examinados. Es un movimiento que impugna la dualidad sujeto-objeto, la concepción “representacionalista” del conocimiento, la posibilidad de creer en la verdad, y la ubicación del pensamiento dentro del cerebro y no en las contingencias psicosociales del constructor (Ibañez, 1994).

Dice Ibáñez (1994, p. 40-41) que el socio-construccionismo se distancia de enfoques como el de Schütz porque propone que ni el sujeto ni el objeto que éste percibe están dados como algo que tiene “realidad” fuera del acto de conocer. Guba y Lincoln (1989) llevan la idea de las conciencias individuales más allá y dicen que éstas pueden unirse dialécticamente por medio de “círculos hermenéuticos” para producir intersubjetividad consensual y reflexiva en grupos específicos. Es un tipo de personalidad colectiva que está en constante reconstrucción debido a nuevas circunstancias o nuevos intereses de parte de todas las personas involucradas en la interacción.

1.3.4. La definición de la realidad por medio de la praxis

Un área en que yo me distancio del socioconstruccionismo en este trabajo tiene que ver con la omnipotencia del conjunto de sujetos en la construcción del mundo. Propongo que los sujetos tienen que encarar limitaciones sobre esta capacidad constructiva, y que lo hacen por medio de la praxis.

Las personas construyen la acción, pero dentro de las limitaciones impuestas por el mundo. El producto del trabajo “choca” con el mundo “de afuera” que impone sus propias reglas que las PI tienen que reconocer cuando evalúan los resultados de lo que han hecho. Por ejemplo en la construcción de los planos para un edificio, las consecuencias de combinar materiales y seguir un diseño arquitectónico se vuelven autónomas y comienzan a obedecer a reglas que quedan fuera de nuestros planes e intenciones, ni siquiera son enteramente las condiciones de la colectividad en el “mundo de vida”. El sujeto innova, pero los efectos de sus esfuerzos quedan como productos independientes de sus diseños. Si el edificio que se cae, los criterios estéticos y teóricos de su elaboración no valen; si el pozo que cavó el ingeniero civil no produce agua, no tiene ningún valor. Las reglas intersubjetivas para la construcción y cambio de lo cognitivo y de lo afectivo existen fuera de la conciencia y en cierto sentido fuera de la cognición vista como una fabricación autónoma.

1.3.5. La comunidad y la Intersubjetividad

Para concluir estas reflexiones iniciales, hace falta pensar en la naturaleza de la comunidad. La comunidad está constituida por la vida compartida en algún sentido, pero no todos los modelos proponen los mismos atributos para los sujetos. He desarrollado estas reflexiones en otros lugares (Cronick, 2002, Cronick, 2007) pero en resumen puedo decir que considero que los modelos comunitarios principales son: a) la comunidad definida en términos de una tradición religiosa/mítica compartida, b) la comunidad considerada desde el punto de vista del liberalismo político, c) la comunidad examinada como el lugar para el perfeccionamiento de la subjetividad individual y d) la comunidad vista en términos de la justicia social y participación plena de los miembros.

1.3.5.1. La comunidad definida en términos de una tradición religiosa/mítica compartida. El “sentido de comunidad” normalmente tiene sus raíces en la historia compartida del grupo y en algunos casos se definen en estos términos. Las normas de este tipo de comunidad se basan en el cumplimiento de reglas o en la defensa de la misma tradición, y el orden social se compone de diferentes rangos socioeconómicos, enlazados por relaciones morales. En este sentido, las reglas de las castas en la India son creaciones míticas y religiosas, además de constituir normas sociales. Normalmente una comunidad étnica/mítica toma como su misión la creación de un orden social en que todos los miembros trabajan en concierto, cada uno aportando algo desde su situación individual.

1.3.5.2. La comunidad considerada desde el punto de vista del liberalismo político: El liberalismo político en cambio prescinde de estas reglas y aspira a “racionalizar” la conciencia compartida de los integrantes del sistema. Entre las nociones que fundamentan este modelo encontramos: a) la igualdad y las obligaciones de las personas frente a la ley, b) los derechos y obligaciones de cada individuo, y c) la potestad de la mayoría y los derechos de la minoría. El liberalismo se basa efectivamente en la potestad del individuo. El sujeto en este modelo es un ciudadano supeditado a un sistema constitucional y es jurídicamente igual a sus semejantes.

1.3.5.3. La comunidad como el lugar para el perfeccionamiento de la subjetividad individual. Este tipo de comunidad está estrechamente asociado con el liberalismo político. El individuo está en el centro del universo psicosocial. Es quien vota, quien es responsable por sus actos y quien disfruta de los productos de su trabajo. Es, para así decirlo, el dueño de la cuenta bancaria. Dijo Walt Whitman : “Existo tal como soy – es suficiente… Contigo estoy integrado….” El sí-mismo se define por sus sentimientos interiores, y el valor de una persona reside en su sensibilidad y su capacidad para relacionarse con los demás. La relación que las personas tienen entre sí está basada en la semejanza entre los sujetos y no en su igualdad, y esto es un rasgo que la psicología tradicional ha recogido en su quehacer profesional: se preocupa por el individuo y promueve su felicidad personal. El psicoanálisis, por ejemplo, trata a un solo paciente en el diván del psiquiatra.

1.3.5.4. La comunidad vista en términos de la justicia social y participación plena de los miembros. La comunidad, considerada en términos de la justicia social, sustituye la autonomía del individuo que se encuentra en el liberalismo por la solidaridad. Entre otras características, el valor de las instituciones reside en la obligación de secundar y cuidar a las personas necesitadas. La participación masiva y colectiva de los sujetos en su propio sostén y amparo incluye la ideología de la dignidad y la “potenciación” de las personas. Se enfatizan los deberes que las personas tienen para con los demás y para con la comunidad en su totalidad. Este modelo confronta el problema de la “colectivización” más que la intersubjetivdad. Por ejemplo, la comprensión y la acción social necesaria para manejar el problema de la concentración peligrosa de CO2 en la atmósfera requiere la superación de la contradicción entre los intereses individuales y los colectivos (que está sólo planteada sumariamente en los otros modelos). Se trata del traslado exitoso de la norma de la reciprocidad al ámbito socio-político. Pero cuando el modelo de la justicia social se combina con el del liberalismo político se tiende a la formalización de la solidaridad junto a los derechos individuales.

En conclusión, podemos decir que el sujeto está inmerso en la intersubjetividad como una condición primordial de su existencia; no obstante, la realidad del individuo como tal supone la capacidad para pensar con cierta independencia: es conciencia que puede pensar y poner límites. Pero como participante solidario, el ser se somete al bien común y está construido socialmente como ciudadano. La construcción social que hace de si mismo ocurre por medio de la praxis, es decir, por aproximaciones sucesivas a la práctica que conducen a las soluciones “mejores” en el sentido de la potenciación del sentido común de los pueblos, y en la conducción de los procesos autogestionarios.

2. Temas relacionados con la praxis de la intervención comunitaria y grupal

En lo que sigue voy a desarrollar dos temas interconectados: en la primera sección, “Consideraciones prácticas con relación a la intervención Psicosocial” voy a considerar los modelos y enfoques de la intervención, sobre todo una muy breve alusión a la noción de la participación social y el modelo de la Investigación-Acción Participativa (IAP). En segundo lugar hablaré de la evaluación, y voy a enfatizar el trabajo de Lincoln y Guba (1989). Retomando el tema de la praxis y la conciencia social, voy a reflexionar sobre los problemas de la colectivización de las construcciones sociales a partir de su producción como textos o discursos individuales. Se trata de lo que el interventor o facilitador tiene que hacer para crear un mundo compartido y razonablemente solidario entre los participantes.

En el segundo apartado de esta sección haré referencias a experiencias concretas dentro de la Especialización en Intervención Social.

2.1. Consideraciones prácticas con relación a la intervención psicosocial.

Esta sección trata de los modelos participativos para la intervención social, como, por ejemplo, el de la “asistencia” (ayuda institucionalizada que normalmente se asocia con alguna instancia oficial), y el del “desarrollo” (ayuda global y financiera que promueve una visión particular del avance social como hace el Banco Mundial).

Sánchez (2000) tiene una excelente revisión de la participación y una de las fórmulas más limitadas de inclusión que menciona ocurre cuando planificadores “expertos” ofrecen un menú de propuestas de cambio pre-elaboradas a las PI quienes sólo pueden discutirlas y eligir una, por ejemplo, un modelo de vivienda particular dentro de un proyecto de habitaciones ya diseñadas. Como señala este autor, este modelo carece de aspectos importantes como la contribución de los PI en todas las fases de los proyectos de cambio, incluyendo la selección del “problema” a tratar y la elaboración de las soluciones.

Otro modelo descansa sobre la existencia de organizaciones no-gubernamentales (ONG) que promueven cambios para grupos particulares, o inclusive para individuos, que luego pueden ser incorporados como políticas locales y nacionales. Se podría decir que las ONG representan intervenciones dirigidas, porque una vez establecidas, se trata de un ofrecimiento planificado de ayuda o cambio: se trata del afloramiento de la preocupación popular por la suerte del Otro en el espíritu de la alteridad, por así decirlo, y de la necesidad de sancionar de manera institucional a la solidaridad social.

Hay tantos ejemplos como hay ONG en el mundo, pero al nivel internacional viene a mente los nombres de: “Médicos Sin Fronteras”, “Save the Children”, “Habitat”, “Greenpeace” y “Amnesty International”. Ejemplos venezolanos incluyen: “Asociación de Padres y Amigos de Niños Excepcionales (AVEPANE), “Organización Nacional de Transplante en Venezuela (ONTV), la “Red de Apoyo para la Justicia y la Paz”, “Asociación Venezolana para la Educación Sexual Alternatva” (AVESA), “Acción Ciudadana Contra el SIDA (ACCSI). Son agrupaciones que elaboran políticas interventivas que se originen en acciones populares que pueden devenir políticas oficiales con el tiempo.

El tipo de intervención que se asocia con la creación de una ONG tiene dos vertientes. Una es la creación espontánea de las ONG por parte de personas que se preocupan por un problema social particular, y otra es la facilitación de estas organizaciones por parte de un agente externo de cambio. En su última expresión se trata de una técnica de facilitación que puede insertarse en un modelo más formal como, por ejemplo, la Investigación-Acción-Participativa (IAP).

Otro modelo similar tiene que ver con la organización de redes sociales, es decir la creación de conexiones entre organizaciones e instituciones para producir intercambios de manera continua, con el fin de alcanzar metas comunes. Los objetivos de una red pueden incluir: a) establecer relaciones de intercambio, reciprocidad y colaboración, b) compartir recursos como conocimientos y vínculos con otras organizaciones externas a la red c) organizar actividades y recursos compartidos para favorecer a los miembros (por ejemplo por medio de foros, bancos de recursos -libros, medicinas, etc.) d) crear un sentido de pertenencia y e) potenciar el impacto social y político de las actividades de los organismos individuales de la red.

También se puede mencionar el desarrollo de ciertas organizaciones con fines de lucro como ejemplos de la intervención social. En Venezuela en la actualidad este modelo aparece bajo la forma de la creación de cooperativas, a veces relacionadas con la formación de “núcleos de desarrollo endógeno”. Éstos últimos representan un esfuerzo actualmente propiciado por el gobierno, de desarrollar fuentes de empleo bajo un régimen participativo. Tal como se usa en el país hoy en día, el desarrollo endógeno aparece en primero lugar como un empeño económico en donde el cooperativismo tiene un papel importante. En segundo lugar estos núcleos funcionan como un esfuerzo ideológico donde se promueven los valores de la solidaridad, la equidad, la justicia social y la conciencia de los derechos y deberes del ciudadano.

En la Psicología Social Comunitaria (PSC) se proponen intervenciones más limitadas con grupos particulares donde los resultados de una experiencia no son generalizables a otras agrupaciones. Es un modo participativo que consiste en una relación directa y horizontal entre un facilitador y un grupo social, y puede originarse cuando una comunidad u organización particular solicite la ayuda del facilitador, o cuando el facilitador ofrece sus servicios al grupo. Se trata de una postura emancipatoria donde la voluntad popular debe conducir a soluciones que no reproducen las condiciones de desesperanza anteriores a la intervención.

La PSC en sus varias expresiones hace uso de modelos que incluyen enfoques ecologistas y la IAP. Éste último modelo fue desarrollado por Kurt Lewin (Fals 1959, 1978, 1979), consistía en un proceso cíclico de análisis, planificación, praxis y evaluación que podría conducir a otro ciclo tácticamente igual pero más desarrollado en su contenido. Originalmente se trataba de la aplicación de un método científico para analizar los procesos de cambio social que ocurren en la Dinámica de Grupos, pero bajo la conducción de Fals Borda (Salazar, 1992) la IAP incorporó las reflexiones metodológicas de Lewin, y se agregó una epistemología marxista crítica que conduciría a la idea de cambio socio-económico. Por otra parte los practicantes de la IAP añaden un elemento epistemológico al método de Lewin en donde los facilitadores se conviertan en aprendices en el proceso de cambio. Es como si todos los participantes, incluyendo a quienes conducen el proceso, fueron a convertirse en objetos/sujetos de análisis psicosocial. Por esta razón la IAP nunca conduce a conocimientos definidos y estables. Es un proceso siempre inacabado.
La IAP (Fals 1978, 1992) reconoció que el análisis que las personas hacen de su vida colectiva, la elaboración de planes de cambio social y la praxis son mutuamente influyentes. El modelo hace uso de fases cíclicas en que las necesidades sentidas de las PI se elaboran lingüísticamente y luego se negocian, finalmente son transformadas en términos grupales. Luego los participantes conviertan sus necesidades en un plan de acción para satisfacerlas. Al final, los participantes llevan su proyecto acabo (la fase de la praxis) y evalúan los resultados. El criterio de éxito o fracaso se encuentra en el consenso de los participantes.
Hay un sin fin de técnicas que los facilitadotes pueden emplear. Si las PI están incluidas en todas las fases, el uso de censos poblacionales, cuestionarios, entrevistas e inclusive el empleo de técnicas conductistas como economías de fichas son válidos. El criterio para establecer lo apropiado de una técnica particular de intervención es el grado de control que tienen las PI en su aplicación, conducción y evaluación.

El modelo dialéctica y hermenéutica de evaluación de Guba y Lincoln (1989) que tiene mucha similitud con la IAP, propone la inclusión y combinación dialéctica de los discursos de todos los actores involucrados y la subsiguiente potenciación de éstos por medio del diálogo continuo. Participación es un proceso por medio del cual las PI influyen y tienen control sobre las iniciativas, decisiones y recursos que los afectan. El proceso hermenéutico de la generación dialéctica de sentido también puede potenciar las construcciones sucesivas. El proceso es hermenéutico en tanto que se dirige hacia el desarrollo de construcciones colectivas siempre más y más refinadas. El propósito de este tipo de evaluación no es lograr una descripción del funcionamiento "real" de una organización, o saber cuales han sido "verdaderamente" los efectos de un programa social. Este método propone representar como los participantes dan sentido a las situaciones en que se encuentran.

Según este método el evaluador es un actor más en un proyecto de cambio. No ocupa el lugar privilegiado de un "especialista" con la capacidad de producir información "técnica" sobre el funcionamiento de un programa de intervención psicosocial porque tiene el papel de recoger, organizar y diseminar los puntos de vista de todas las PI y someterlos a la reflexión colectiva, es decir, la tarea del evaluador es de averiguar si, en la opinión de todos los involucrados, un programa social realiza sus propias metas y si las metas originales todavía son pertinentes para el propósito que tienen en común.
Como en la IAP, el evaluador no es una figura neutral en el sentido normativo o político, y no se le atribuye la capacidad de determinar la verdad. El objetivo genérico de la actividad se define como el logro de consenso entre "constructores informados y sofisticados" (Guba y Lincoln, p. 44), y la responsabilidad del facilitador es lograr un diálogo colectivo que satisface a todos los participantes.

Es un método construccionista e interpretativo y toma en cuenta a todas las personas “que tienen algo que perder”. No formula “variables” o “indicadores” de antemano sino que los genera en el proceso de indagación. Los fenómenos son contextualizados como construcciones únicas y no pueden ser generalizados a otras situaciones. Por estas razones el pluralismo cultural y la participación forman las bases del modelo.

2.2. Una reflexión sobre algunas experiencias prácticas

La Especialización en Intervención Psicosocial ha producido en los años pasados algunos tratados de tesis que representan contribuciones a la teoría y a la práctica de la intervención psicosocial. Por ejemplo la Lic. Isabel Villarte (1993) facilitó la formación de un grupo de lectura entre vecinos en el Barrio Niño Jesús. El grupo fue tan exitoso que los participantes decidieron ofrecer clases a niños de la zona que no asistían a ninguna escuela. Luego, la Lic. Villarte participó con un ONG llamado “Maizal” en el seguimiento de los mismos miembros del grupo de lectura. Como resultado los participantes fundaron una escuela, “El Club de los Niños” (León y Montenegro, 1999; Leon, Montenegro, Ramdjan & Villarte, 1997), y finalmente un nuevo grupo de estudiantes del postgrado continuaron con el esfuerzo (Jiménez, Medina & Romero, 1999). El grupo de vecinos lograron conseguir financiamiento de varias fuentes, y con estos recursos construyeron y equiparon instalaciones para atender grupos grandes de alumnos (más o menos 60). También obtuvieron entrenamiento para sus docentes por parte del Ministerio de Educación. Ha sido un logro importante tanto para la comunidad y como para los participantes, y uno de los indicadores de éxito de esta experiencia es la satisfacción que los vecinos lograron a partir de esta participación. Esta experiencia no sólo es notable para sus consecuencias a largo plazo y su alcance, sino por el significado que tiene como proyección hacia el entorno. Demuestra que las actividades académicas pueden conducir a efectos substanciales y ambiciosos en las comunidades.

Otro trabajo que logro cambios substanciales es el de la Lic. Oly Torres (1997, su informe aparece en este volumen) Ella trabajó con un servicio hospitalario que atiende a enfermos renales. No voy a resumir su contribución en este capítulo, pero puedo hacer dos observaciones al respecto. Uno es de señalar el alcance de los cambios logrados. No sólo se elevó la cooperación y capacidad intersubjetiva entre el personal y los pacientes involucrados, sino que pudo establecer lazos interinstitucionales e influir en la redacción de la ley de transplantes al nivel nacional. De nuevo, la posible importancia y trascendencia de un trabajo cuyo alcance inicial fue académico y pedagógico.

Otro contribución de interés (Colina, Rangel, García, Alvarez y Ruíz, sf) fue planteado como el trabajo final de un curso de un semestre. Su importancia yace en la novedad de la experiencia. Se trata de una intervención con un grupo de personas que padecen de esquizofrenia y sus familias en el Hospital Centro de Salud Mental del Este “El Peñón” en Caracas. La intervención comenzó con un estudio donde pacientes participaron en la elaboración del "Protocolo de Estudio Multicéntrico de Olanzapina", auspiciado por el Laboratorio Lilly de Venezuela, con la finalidad de verificar la efectividad del fármaco Olanzapina en Venezuela con una muestra de voluntarios conformada por veinte mujeres y hombres. En junio de 1998, el laboratorio suspendió el estudio, y con ello, la donación del medicamento. Esta situación motivó al grupo de pacientes y sus familiares a fundar la asociación civil “VENCIMOS” en que los participantes formaron un grupo cohesivo para presionar a la compañía para prolongar su acceso al remedio y formar lazos de autoayuda.

Usando la IAP se desarrolló un clima grupal de gran sentido de pertenencia y unidad, y aún después del curso de la Especialización, el Dr. Colina, quien estuvo a cargo, continuó con la facilitación del grupo. Este trabajo es de importancia para el postgrado por sus implicaciones sociales y teóricas. Constituye una novedad para el campo de la Salud Mental Comunitaria, al considerar a los enfermos esquizofrénicos como voceros de sus propias construcciones sociales y actores en la resolución de sus propios problemas. Es una colectividad que ha sido excluida del debate público.

Un trabajo que empleó el método dialéctico y hermenéutico de Guba y Lincoln (1989) es la tesis de Mailín Montecinos, Nelly Oropeza y Marieta Montiel (1997): “Intervención psicosocial del Taller de Carpintería de ANAPACE”. Se realizó en el taller de carpintería de la ONG señalada en el título del trabajo, que está dedicada al bienestar de niños y jóvenes con discapacidades considerables. Es propósito del taller preparar jóvenes en un oficio y ofrecerles la posibilidad de ganar algo de dinero mientras estudien. El trabajo de Montecinos, Oropeza y Montiel es comparable a la intervención mencionada anteriormente porque los jóvenes incapacitados del taller llegaron a ser voceros de sus propias apreciaciones sobre el éxito del programa. Aun frente a las críticas de sus padres y representantes pudieron defenderlas y demostrar lo que el programa significaba para ellos en términos de la autoestima, la independencia, la creatividad y el compañerismo.

Otros dos trabajos de interés son: a) el de la Lic. Anabel Amaru (2002), “Evaluación, intervención y diagnóstico del proyecto fortalecimiento en salud, nutrición y estimulación adecuada a la población materno infantil”) y b) el de la Lic. Yorelis Acosta (2002), “Fortalecimiento en Salud, Nutrición y Estimulación Adecuada a la Población Materno Infantil desarrollado por el Centro para el Desarrollo Integral Humano a través de la Comunidad -CEDIHAC”. Los dos trabajos señalaron aspectos diferentes de un programa de estimulación precoz tal como fue adaptado y empleado en varios centros hospitalarios de Caracas. Los resultados de esta intervención fueron mixtos. Por un lado pudieron señalar deficiencias en la aplicación del programa de estimulación precoz en algunos de los hospitales revisados. Por otro lado, cuando concentraron sus esfuerzos en una intervención que empleó el IAP en una sola institución, el Hospital Dr. Domingo Luciani, no pudieron facilitar mejoras en el programa debido a dificultades con la estructura rígida y poco participativa de dicha institución. En estos resultados podemos encontrar una limitación de la IAP: un proceso abierto, cambiante y emergente puede encontrar obstáculos en una institución cuyas normas y estructuras están inmovilizadas por la tradición y la burocracia.

No es mi intención describir todas las tesis que la Especialización ha producido. Esta es una muestra para indicar algunos de los logros principales de los estudiantes. En el último apartado, “Conclusiones” hará una reflexión sobre la teoría y práctica de la intervención participativa tal como nosotros la concebimos.

3. Conclusiones

Ha sido mi intención revisar algunos de los planteamientos teóricos y prácticos relacionados con la intervención participativa. He comenzado con algunas reflexiones sobre las bases filosóficas que defienden o rechazan la posibilidad de esta fórmula. Esto necesariamente ha incluido un repaso de observaciones utópicas y libertarias, porque las pretensiones epistemológicas de la Psicología Comunitaria y la IAP no son políticamente neutrales. Más bien representan una alternativa a la pretendida asepsia científica que niega tanto los valores sociales que la sustentan como la responsabilidad que sus practicantes tienen por los efectos de sus acciones.
Uno de los puntos centrales de este ensayo es la importancia de la intersubjetividad y la ética para este tipo de trabajo. El imperativo categórico de Kant que permite rechazar los sistemas sociales que convierten al ser humano en “un mero medio” para el uso de otra persona o gurpo es un fundamento para nuestra labor. Al nivel colectivo, se expresa en la necesidad de crear estructuras sociales donde la intersubjetividad es horizontal y libre.

A pesar de que la Psicología Social Comunitaria y la IAP sólo contribuyen a este esfuerzo con intervenciones puntuales, y normalmente de naturaleza cara-a-cara, creo que este proyecto utópico es importante y que sus hallazgos son de importancia para intervenciones más grandes. Para finalizar quiero expresar mi gran satisfacción con los logros de los estudiantes que han contribuido a la Especialización en Intervención Psicosocial. Su trabajo no sólo representa un proceso de maduración profesional para ellos y ellas mismos, sino un aporte para el postgrado. Confieso que a mi me han cambiado y madurado también como profesora y como interventora. Con este capítulo quiero enviarles mis agradecimientos por sus aportes.


Bibliografía

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